4 sept 2009

4454

4.4.54


–A pesar de todo, me venís a ver aquí…, dijo la voz, que se estremecía desde una esquina del cuarto, seca y ardiente, como un campo de algodón a medio día.
El grave silencio que mantenía el otro se diluyó de golpe:
– ¡Tráiganle agua, por lo menos!, ordenó a un guardia, desgarrándose un nudo que le apretaba la garganta.

…sombrío jadeo espectral; pasta trémula y reseca,
olvidada hace tiempo sobre el armario.
…al fondo del río y
en danza circular
peces mordiscones
traen a flote
un brazo dinamitado:


d
a
n
z
a
v
a
n
z
a retroceden y
avanzan.

F
o
r
m
de rostro deshecha
en la oscuridad del tiempo.
n ¡ignorado patriarca!
i
g Forma de rostro
m diluida:
a gruesa resina
t chorreando
e ramas abajo
en el árbol
de frutos constelados…

–Sos mi amigo, Luis, reanudó la voz, raspando la oscuridad del cuarto. Aquella vez me abrazaste delante de toda esa gente.

Sí, soy tu amigo, Adolfo; soy tu amigo, y aquí estoy, en el preludio de tu muerte, a pesar de todo; soy tu amigo, y no me juzgués. No todos somos héroes.
–¡Já!, “Héroes” –exclamó mí voz—.Vos sos, más bien, de esa terquedad que forja héroes: terquedad de piedra de río y de pira fúnebre.
Ya llegamos,
en el camioncito
que revienta de algodón
sobre la carretera negriazul
acuosa bajo el sol…
El preludio de tu muerte… e insistís que sea magistral:
traje de noche, maculado de estrellas; batuta en mano y despachás un soplo de olas que danza alegre entre el pelo de Lilliam: pianíssimo;
tu figura de pie, elegante sobre la roca seca y vieja que corona el acantilado: el agua baja su nivel y la franja húmeda que la oscurece queda desnuda —mezzo piano—: 17 cangrejos cesan su danza mecánica, el sol se deshace sobre ellos.
Sforzato: Batuta de glicerina y sangre en mano: forte: el brazo quemado se pierde en lo alto junto al escupitajo negro y espeso. Caen toscos, esquizofrénicos.
Fortíssimo: vidrios rotos. En su trayectoria aérea dibujan una rosa de los vientos. El público exclama. Se encienden los reflectores y rompen los aplausos.
Al ritmo de los brazos, olas de espumosa sangre ascienden y en lo alto se cruzan con pesados jirones de terciopelo negro; caen sobre el tablado donde tu figura, a la par de tu sombra, se desdibuja oscura: fortíssimo forte.
El telón baja puntual y sin asombro,
seguro como un ocaso.
El público llora, grita
y aplaude eufórico,
las luces se encienden;
todos salen.

La puerta se abrió y el umbral desdobló un débil brillo que recortaba la figura de varios guardias que, en cuclillas, intercambiaban cigarrillos y un encendedor, mientras otros, de pie, comentaban con gran solemnidad acerca del ex teniente que tenían preso y torturado. La puerta se volvió a cerrar y los pensamientos se reanudaron dentro del cuartito oscuro, más apacibles.
Aquella vez estabas flaquísimo, ya sabíamos que te acababan de sacar y yo te pensaba ir a visitar uno de esos días, con el pretexto de hablar asuntos de negocios; pero esa noche te encontré saliendo del cine y no hubo pretexto.
El guardia que había entrado garabateó algo sobre una libreta; desde el patio interior del cuartel de Las Esquinas el sol desmayaba sus últimos y pálidos rayos. El ex teniente de la G. N. había sido capturado en los cafetales de la zona, junto a una columna insurrecta cuyo fin era ajusticiar al dictador, y estaba a punto de ser ejecutado.
–Mis hijos…, le costaba decir a la voz que se marchitaba como un eco sin origen. Cuidalos.
Un frasco de tintachina rojamagenta tornasol abresangre río abajo. Una pasta trémula de carne jadeante empuña la hoja de acero bañada de rocío que corta el caudal de la selva oscura, se abre paso veloz tronco abajo: tinieblas tan densas que podían palparse; sangra el tronco: muere padre, nace espíritu: desde las raíces crece una voz de trueno en densa nubenegra de infinitas hormigas: “Hacia la media noche yo atravesaré el país de Egipto”...mastica hijos.


el zelote insomne



En los días y momentos previos a la captura, en Managua se desarrollaba una serie de episodios que fueron decisivos para el total fracaso de la operación.
No hace mucho habían entrado a Nicaragua desde Costa Rica y todo iba saliendo mal; primero, porque el telegrama (en el que avisaban que la fiesta donde planeaban capturar a Somoza se había cancelado) llegó a Costa Rica cuando ellos ya habían salido. Luego, de los 150 hombres que se necesitaban para tomarse la Loma (tal era el segundo plan) solo estaba la mitad, porque en la reunión del día anterior, tras un altercado entre Emiliano Chamorro y Báez Bone, Chamorro decidió retirarse y no poner a los suyos.
El desvelo, las pastillas y la tensión del operativo ya tenían loco a uno de los que permanecía en la capital, y al tercer día, mientras hacía posta, empezó a delirar con que lo perseguían. Se levantó alterado y tomó un vehículo. Una fuerte taquicardia y una obstinada paranoia lo hacían apretar el acelerador hasta el fondo. Al cabo de un rato, un jeep de la guardia lo paró.
–¡No me torturen, por favor!, lloraba con acelerada respiración. Voy a contarles todo, se lo juro, les doy nombres, lugares, ¡todo!
–A ver, ¡bájase!, ordenó uno de los guardias mientras lo jalaba de la camisa.
–Está fundido este desgraciado, dijo el otro entre risas.
–Va de viaje si, respondió el otro.
Llegaron al cuartel, y entre sollozos lo sentaron esposado sobre un banquito de madera.
–Dale perro, contá pues, vociferó uno de los guardias mientras le golpeaba la nuca.
–Si señor, escúcheme si, que le juro que es la verdad, no me hagan nada… es grueso esto, dijo con repentino tono de complicidad. Están metidos un montón de ex guardias y gente de otros lados, balbuceaba entre jadeos. Varios presidentes les están dando plata y armas desde hace rato a los exiliados; entramos desde Costa Rica por el Lago, y de ahí llegamos cerca de Managua por el río Tipitapa, aquí nos ayudaron los del PLI y los Conservadores, y ya varios de adentro de la guardia están sublevados. Pero todo ha fracasado: la fiesta en el club se canceló, hay la mitad de hombres. Manuel Gómez, el que luchó contra Sandino está en esto también, el proponía armar una guerrilla y levantarse desde Las Segovias, pero al final se optó por tender una emboscada para capturar y matar a Somoza, en una curva de la carretera de las Sierras, porque hoy es domingo, y seguramente va a Montelimar, dijo como si pronunciase una sola palabra; ya más calmado agregó, pero los van a matar, ya todo está perdido…
Los guardias lo miraban entre risas y asombro.
–Este jodido esta arriba de los palos, dijo un guardia en tono de burla.
–Debe ser, pero oí todo lo que sabe… mejor avisamos, respondió el otro.
Levantaron el teléfono y se comunicaron con Somoza personalmente.
–Debe ser algún loco, pero tortúrenlo por cualquier cosa, ordenó la voz desde el teléfono.
–Que le demos dice el General.
El trance de las pastillas lo mantuvo despierto y conciente durante todo el suplicio, luego perdió el conocimiento; rato después, se despertó amarrado a una silla metálica, hecho un bulto tembloroso y sangrante, con varias costillas y dientes rotos, una superficie de sangre y carne palpitante cubría el espacio desde donde las uñas fueron arrancadas. Repetía la misma historia, lo que convenció a los guardias y al propio Somoza. Se puso en alerta al ejército y rato después los aviones de la guardia cruzaban el cielo de Managua.
la quinta palabra
¿Tiene sentido esto?, me preguntan Ernesto y Pedro Joaquín. Una postal de un amigo que recién llega a Valhalla, y en lugar de contarme cómo le va, qué tal el clima en Asgard, si ha conocido gente nueva, se acuerdo de esto. Cómo no va a tener sentido. ¿Por qué no descansás, Adolfo? Me mandás notitas comprometedoras, buscando que me joda la guardia.
Ya casi un año desde que habían asesinado a todos los del levantamiento. Algunos de los sobrevivientes estaban en el exilio. Varios de los conspiradores, e incluso gente que nada tenía que ver, estaban presos o asilados.
–Aja… ¿Y de dónde sacaron esa babosada?, preguntó Luis Pallais, disimulando su terror.
–Pues la ouija1 que me diste, respondió Pedro Joaquín. Solo Báez Bone contesta, dijo sin bajar la mano que mostraba el papel en el que se leía:

Luis amigo que me abrazó
delante de mucha gente
y me dio agua antes morir


la cacería

No referiré muchos detalles en cuanto a la captura de la columna, solo diré que todo fue un fracaso, y acabaron bajándose del camioncito en el que iban en diferentes puntos de la carretera. La Guardia venía atrás y empezó la cacería humana. Como dije, no referiré mayores detalles a este baño de sangre, pasajes muy interesantes y de gran utilidad histórica (y a la vez contradictorios con mi versión) se encuentran en el libro de don Chuno Blandón, Entre Sandino y Fonseca. Edición corregida y aumentada, y en el del padre Ernesto Cardenal, Revolución Perdida.
Solo diré que a Báez Bone lo capturaron vivo y fue conducido a los aposentos del propio Somoza para ser torturado. Iban a matarlo, eso ya estaba decidido.
ecce homo
In nominee Patris
Et filii
Et Spiritūs Sancti


_____________ El Nuevo Diario_______Sábado, 4 de abril de 2009
PARRICIDA ESPERÓ A QUE TODOS DURMIERAN PARA COMETER CRÍMEN
Camisa como silenciador para matar a hijo

*Padre cargó en sus brazos a Jacob de Jesús, su hijo de nueve años, para llevarlo de la cama al Sofá, donde le hizo un disparo en la cabeza.
*Luego, volvió a llevar el cadáver a la cama, cubriéndolo con una sábana y lo hizo resucitar al tercer día.

David X. Pasos

Las luces del aeropuerto de Guatemala parpadeaban torpes y sin destinatario. Sobre las arterías de la capital las tropas yankees hacían sonar sus botas, mientras escoltaban al coronel que entraba triunfante tras haber invadido su propia patria; la orgía de sangre y muerte se inauguraba.

–…since you come from Galilee,
then you need not come to me.
You're Herod's race!
You're Herod's case!


Lo pudo haber evitado si hubiese contado con buzones en el momento en el que el pueblo le pidió las armas para defender la democracia y la soberanía de la patria. Hubiese tenido al menos parte de esos buzones si su amigo Báez Bone y su columna hubiese triunfado en Nicaragua y enviado las armas que Somoza tenía en el aeropuerto Las Mercedes, y que, una vez recuperadas, serían destinadas a la lucha del pueblo guatemalteco.
Desde la pequeña habitación del aeropuerto y a través de la ventana, aturdido por los flashes y las cámaras, el presidente derrocado clavó sus ojos valientes en el cieloceánico de alquitrán y estrellas, luego su mirada se distrajo con las alas de cera de la avioneta que lo esperaba: unos días en México; la solicitud de negación a la sangre en Suiza; el aislamiento en París y el acoso de la policía francesa; el asilo brindado por el bloque comunista: Checoslovaquia, dónde lo recibirán con recelo y desconfianza…

–Talk to me Jesus Christ.
You have been brought here
Manacled, beaten by your own people.
Do you have the first idea why you deserve it?

De Praga a Moscú, y de ahí a China. Asilo en Uruguay, y la invitación de Fidel, en 1960, para que viviese la Revolución Cubana.
–Por acá, dijo un militar. Suba los brazos, le ordenó mientras le desabrochaban la faja.
El aeropuerto se infestó de una multitud de cíclopes sanguinarios que estallaba en carcajadas y fortísimos golpes de luz. Se burlaban e insultaban a aquel hombre destrozado, mientras era desnudado ante todos. Las cámaras lo acosaban desde todos los ángulos. En un brusco movimiento, sus pupilas engulleron los rostros de los que ahí se encontraban.
Mientras Jacobo desabrochaba el último botón de su camisa blanca, el arma de un militar soltó un fuerte escupitajo de fuego y plomo con el que la muchedumbre se disolvió.
–Then you’re a king?
–It’s you that say i am! I look for truth
and find that I get damned!
–But what is truth? Is truth a changing law?
We both have truths. Are mine the same as yours?


La muchedumbre regresó incontenible. Lo escupían e insultaban a su familia, a quienes también hicieron desnudar.
Luego de mucho vagar por el mundo, Arbenz será acogido, como huésped de honor en la Habana (porque la Revolución si triunfará). Gran hospitalidad recibirá Jacobo de Fidel, su anfitrión, tanta que este último liberará al hijo de su huésped luego que atropelle y mate a uno de los queridísimos amigos de Castro. Lleno de vergüenza por el homicidio culposo perpetrado por su hijo, abandonará la isla sin que se lo pidan, y se trasladará a Suiza.
Luego descubrirá el amorío de su esposa con un agente cubano, quien le impartirá clases de alemán durante el asilo, y de quien Arbenz será víctima de numerosos chantajes por muchos años; luego, su hija, la actriz Arabella Arbenz, se suicidará como resultado de una discusión con su novio, el torero y actor Jaime Bravo; luego de tantas tragedias regresará a Suiza, donde la soledad y el alcohol serán sus huéspedes permanentes e indeseados. Su Odisea alcanzará el último capítulo cuando Arbenz se instale por un tiempo en México, desde donde mantendrá la esperanza de regresar a su Ítaca, esta vez no victorioso, al lecho donde no lo esperará la mujer que lo ha de traicionar, ni el hijo que lo hiará salir de Cuba, las únicas dos personas que le quedarán en el mundo.
Durante una de sus noches en México, el alboroto de los truenos y la fortísima luz de los rayos lo provocarán una ansiedad inexplicable. Se dispondrá a tomar un baño de agua caliente; cuando el agua empiece a hervir dentro de la bañera, él se desnudará a la vez que la luces de los rayos desnuden el cielo del D.F. Repentinamente verá su cuarto de baño repleto de rostros. La voz de la tormenta se confundirá con los gritos remotos que hoy lo humillan en el aeropuerto de Guatemala, la luz de sus rayos, con los flashes de las cámaras.
–Behold the man, behold your shattered King
–We have no king but Caesar!
–You hippocrites, you hate us more than him
–We have no King but Caesar! Crucify him!
–I see no reason. I find no evil.

this man is harmless, so why does he upset you?
he's just misguided, thinks he's important,
but to keep you vultures happy I shall flog him!
–Crucify him! Crucify him!
Crucify! Crucify! Crucify! Crucify!
Pilate, remember Caesar. You have a duty
to keep the peace, so crucify him!
Remember Caesar. You'll be demoted.
You'll be deported. Crucify him!

La camisa blanca que hoy cuelga en el aeropuerto de Guatemala, colgará de una pared en su apartamento de México. El mismo cuerpo desnudo y derrotado. La misma carne y los mismos ideales, pero ahora amontonados en pestañas de papel viejo en la boca del estómago; el mismo destino, que se demora pero no olvida. Se arrodillará ante el agua casi hirviente de la bañera, desde el fondo agitado verá la figura de algo que parecerá ser su propio rostro, luego comprenderá que se trata del de Castillo Armas, luego de todos sus compañeros en la academia militar, (sobre todo rescataba la figura de Báez Bone), y por último entenderá que se trata de la muchedumbre que hoy lo ataca. Todo se llenará de un blanco amarillento que crecerá en su cuerpo, a la par de un incesante hormigueo. Perderá el equilibrio y de golpe zambullirá la cabeza y la mitad del cuerpo en el agua hirviente. Ahí permanecerá por tres días. El calor le arrancará la vida de a poco, a la vez que el agua caliente ahogue sus pulmones, será una carrera nefasta. El destino sabrá urdir dos de las formas de muerte más insoportables, y hacerlas converger sobre este hombre, de quien un amigo, a manera de epitafio, expresó que “…pasó por el mundo dejando una huella luminosa en el corazón de su pueblo y de los amigos que conocimos a fondo la generosidad y la entereza de su acerado espíritu, no estuvo en su mano eludir el fracaso final ni las desgracias a que parecía estar signado”.

iesous ton barabban

Los Somoza agarraron la camisa que colgaba de la pared, se la pusieron y empezaron a subir la escalera.
Imponentes, los carnosos Somoza padre y Somoza hijo llegaron desde lo alto de la escalera, trayendo consigo un tazón de espuma sobre el cual un espejo y una navaja yacían cruzados. Se pararon ante los dos rebeldes capturados, sobre quienes ya habían dado orden de “no tocar”, pues ellos se encargarían en persona, esto, meses antes del derrocamiento de Arbenz.
Somoza García (victimario) y Báez Bone (víctima) se conocían perfectamente; años antes, antes de los golpes de Estado, Somoza había sido el padrino en la boda de Adolfo y Lilliam, pues Báez Bone era un destacado militar dentro de las filas de la Guardia Nacional que Somoza lideraba. Años después se reveló y vino la Legión del Caribe, Arbenz, Figueres, algunas de las cosas relatadas y finalmente, el 4 de Abril del 54.
Somoza padre recordó la voz del embajador estadounidense que estallaba violentamente hace ya años.
–Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify! Crucify!, ladraba la voz desde el auricular del teléfono.
–But, mister ambassador, what about the people, they don’t see him as a bandit, they think he is a hero… Their fucking Messiah! Fuck, he doesn’t even want to be president… I mean, how could we kill him without the dread of a revolution? What would be the excuse?
–I don’t give a shit, Somoza; I don’t give a shit about you and your bloody excuses!, dijo desesperado. We didn’t pick a coward to lead the Nicaraguan Army, did we? You have to destroy him. He neutralized our invasion army with only thirty fucking hillbillies of this shitty country of yours; you’re in troubles Somoza, you better eliminate that fucker before we eliminate you!, prosiguió con tono más calmado. Is that clear?
Su mente regresó a la habitación del Campo de Marte, y se topo repentinamente con sus propios ojos que lo escrutaban desde el espejo rectangular, lo bajó un poco y escuchó el largo y cínico discurso que pronunciaba su hijo, discurso al cual Báez Bone, atado a una silla, respondía con irreverencias, insultos o retos. Tal fue el curso de las palabras, hasta que Somoza García, que solo había hablado con el detenido cuando recién había llegado, y que permanecía rasurándose silencioso, desde las sombras, hastiado por la necedad de Báez Bone, ordenó que le cortaran la lengua.
–Y ahora, dijo Somoza García acercándosele mucho a la cara y clavando su mirada en los ojos brillantes sin prestar atención a la espesa y oscura sangre que chorreaba de su boca, ¿qué me decís Adolfo?
Báez Bone ni parpadeaba. Solo le regresaba la miraba, mientras algo parecido a una sonrisa ensortijaba sus labios.
¡La camisa! ¡la camisa! ¡la camisa! ¡esa va a ser tu ruina hijoeputa! no te queda mucho ellos bailan alegres y las charolas trazan sus trayectorias circulares entre la gente una abandona su rotación se eclipsa y Bang! Bang! Bang! te fuiste! mirá como me tenés ¡tocá mi sangre! ¡tocala! está fría porque tengo veneno, sabés? ¡Sentilo! ¡sentilo! ¡comemierda! ¡sentilo hijuelagranputa! del Santo Salvador viene tu ruina por el Monte Ribas León un pueta Te fuiste tiste Ni adios dijiste Por el brazo muerto de mi padre que no te librás de mi sangre que te perseguirá ni de mi veneno frío y seco amén! BANG! BANG! BANG! Stick the map motherfucker! Tiquimáu! te va a alcanzar por mucho que tardés en morir no tenés gran variedad de destinos BANG! BANG! BANG!
–Aja Báez Bone, ¿qué me decís ahora?
La sonrisa no se le quitaba del rostro.
–¿De qué se ríe este imbécil, papá?, preguntó el hijo acercándose mucho al condenado. Casi en el acto la expresión de Báez Bone se convirtió en la de un animal sanguinario en plena cacería, y de repente, junto a un grito de dolor, tristeza y gloria soltó un espeso escupitajo de sangre oscura que maculó para siempre la camisa de Padre e hijo. Pasaron los días, y Báez Bone, luego de varias jornadas de intensa tortura, fue llevado cerca de donde los capturaron, lo echaron vivo a una fosa y le prendieron fuego.
Un par de años después, en el Club Social de León, la camisa blanca de Somoza García chorreaba espesa sangre desde varios agujeros en su costado, a la vez que incontables ráfagas de plomo destrozaban el cuerpo del tiranicida, un joven “pueta” leonés que había llegado desde su exilio voluntario en El Salvador solo a matar a Somoza.
La ouija de Pedro Joaquín ya desde hace rato hablaba sobre doña Salvadora vestida de luto, y de muchas desgracias, por eso Somoza se la regresó al papá de Luis Pallais, que se la había regalado originalmente, y así llegó a manos de Pedro Joaquín.
Nada referiré sobre lo que se ha dicho en cuanto a los delirios de Somoza Debayle, concernientes a la camisa de su padre muerto, la sangre de Báez Bone y sangre (inexistente) en su propia camisa.





y mi sangre te perseguirá




Luis, amigo que me abrazaste, recordó Pallais, años después cuando presenciaba cómo Tachito, que desde hace rato estaba ebrio y con quien había recuperado relación, ordenaba una matanza contra estudiantes en León. Luis, amigo, eso es genocidio… La voz en su cabeza todavía se parecía a la de Báez Bone. Miró alrededor. Todo bien. Todo normal, estás muerto.
Somoza hijo, histérico, hacía exageradas muecas al teléfono, luego, lo tiró con fuerza, mientras balanceaba un trago de whiskey en su otra mano.
–¿Quién me va a joder a mí? ¿Ah?, gritó, mientras lanzaba una mirada extraviada a todos los invitados de la fiesta. ¿Quién? ¡Somoza For Ever! OK?
A Luis Pallais lo invadió una profunda e íntima vergüenza, tan profunda que era imperceptible. Un mareo lo distrajo, movió su cabeza por el cuarto sin ver nada. Cuando le regresó la vista, notó que Tachito hacía un gran escándalo porque había derramado un trago sobre su camisa mientras, entre llantos, ordenaba a todos los invitados que lo asistieran, soltando una o dos maldiciones, totalmente incomprensibles, contra Báez Bone.

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"un embutido de ángel y bestia"