9 jun 2008

Alguna Anotaciones sobre Jorge Luis Borges

A través de los siglos se saludan y oímos
encenderse sus voces como gallos remotos
que desde el fondo de la noche se llaman y responden
Carlos Martínez Rivas

Pienso en Borges y pienso en sus infinitos espejos (llámenseles cuentos, ensayos, antologías, recopilaciones, traducciones, versos…) y en el sentido de ellos, que intuyo debe ser uno solo. Espejos que por un lado, reflejan inconcebibles y nada fútiles conjunciones que se estremecen perfecta y simétricamente entre lo dialéctico y lo artificioso, entre lo falaz y lo etéreo, entre lo cotidiano y lo metafísico y que al fin parecen conciliar un pacto intrínseco entre las complejidades de la oscuridad humana y la ininteligibilidad divina.
Algunos de sus relatos y ensayos (ficticios en su mayoría), por ejemplo, confabulan sobre un mismo hombre en un mismo momento un único destino, que paradójicamente es trazado por el azar pero a la vez es parte de un plan exacto y premeditado hasta los más ínfimo, destino que a la vez lo habrá de condenar y redimir eternamente; la conducta de dichos escritos dejan entrever las sublimes astucias con las que un viejo ciego (que quemó su incesante noche jugando a demiurgo, no sin ser la ironía y el engaño atributos deliberados) logró entablar un cosmos impalpable y hermético hasta lo casi infinito, pero no de naturaleza imposible. Su eterno universo de galerías hexagonales con zaguanes cundidos de espejos que multiplican infinitamente a un dios cíclico e inescrutable cuyos eternos reflejos son el universo en el que sentimos habitar (y, ¿Por qué no?, somos nosotros mismos). Vasto universo que no difiere en esencia de sus sencillas ruinas circulares, donde un hombre que durante años se tomó la sobrenatural y laboriosa tarea de soñar a otro hombre con intensidad tal que el soñado fue impuesto en el mundo real por el soñador quien luego descubrió no con poco horror que el a la vez estaba siendo soñado. La contundente idea de una aterradora e impotente suerte de eternidad que no es mas que un santiamén multiplicado a lo infinito es uno de los aspectos básicos que plantea el pensamiento borgeano, registrada también y de forma admirable, en el relato El Inmortal.
Eso por un lado (en cuanto a los espejos anteriormente señalados), por otro la idea de que el orden inferior del mundo es reflejo del orden superior y viceversa, y así ad æternum.
Los espejos, para Borges, no solo poseen el atributo metafórico de multiplicar a los hombres y al cosmos (aludiendo a su teoría de que cada hombre es todos los hombres, pretéritos o futuros, o la otra que especula que todo conocimiento y arte es parte de una conciencia única, e incluso, que todo lo que se ha escrito, se escribe y se escribirá forma parte fragmentaria y coherente dentro de la unidad de un solo libro secreto y divino que ya ha sido escrito desde el inicio de los tiempos. De esa forma fue creando enigmas y ponderaciones sobre el tiempo y en el espacio, que en páginas o libros posteriores, o incluso anteriores, logró resolver o ya había resuelto felizmente) si no también el de invertirlo todo. No una vez ha fantaseado sobre mundos donde la muerte precede a la vejez, la vejez a la madurez, la madurez a la juventud y así hasta el nacimiento que sería una especia de muerte y/o inmortalidad.
Dicha conjetura brindaría valía a la siguiente: La vida que, a manera individual, es un minúsculo paréntesis en la eterna muerte (la muerte tan ulterior como anterior a la vida) en el cual un individuo obrará en una realidad y en circunstancias que en gran medida serán productos inmediatos del azar y de la labor de miles de generaciones anteriores; realmente cabe pensar que hasta los acontecimientos mas triviales son causa directa de hechos antiguos, y por qué no, futuros. Cada vida, igual que una obra (literaria, científica, religiosa, matemática, en fin: de artes y artificios), nace, a priori, de un autor directo pero es el resultado del pensamiento y actuar contrario de infinitos hombres, unos, al igual que las obras, más memorables que otros.
Si ponemos este escenario frente a un espejo, donde la vida se tornaría en lo eterno y la muerte en lo efímero obtendríamos el siguiente resultado: una especie de muerte momentánea, un parpadeo en la incesante eternidad. Este lapso de muerte (el equivalente a una vida humana, por decir algo) sería el tiempo, plagado de hitos y acaecimientos caóticos, destinado a forjar la vida que se invierte en eterna. He notado con cierto interés la forma en que muchos de los grandes hombres (si no todos) han sacrificado su vida a cambio de su obra. Se han tomado la conciente (o ignorada, en la mayoría de los casos) labor de orientar en un sentido ese caos generacional, acaso convirtiendo su vida en una momentánea muerte, que resultara en una viva y eterna obra de la cual el autor no formará parte ni verá sus verdaderos y esenciales frutos; una obra para el futuro que enigmáticamente abarca el pasado de todos los hombres y del cual es parte y consecuencia, una obra que preexiste y trasciende al autor. De alguna forma, a lo largo de su vida Borges se las ingenio para que su obra, como muy pocas en el mundo, se encuentre un perpetuo parto, como si cada vez que las palabras (juzgadas metáforas muertas) entran en contacto con el lector una obra fresca e intemporal nace como si fuera la primera vez en el mundo. Una obra que muy seriamente se atreve a interrogar las remotas y vasta arenas del tiempo y el espacio pero que además se permite omitir y tergiversar, inventar y deformar de forma totalmente honesta y transparente la verdad pero nunca saliendo de ella. Deformaciones de la verdad realmente dañinas son las que hasta ahora ninguno de sus poderosos administradores (entiéndase iglesias, imperios, democracias, gobiernos, dictaduras, revoluciones…) ha tenido la decencia de asumir y que sostienen un mundo acaso mas ficticio y artificial pero frágil y decadente en la misma medida.
Quiero ahora referirme a un relato en particular, que se encuentra en la sección Artificios de el libro Ficciones (Buenos Aires, Sur, 1944). El relato lleva por titulo El Milagro Secreto y el argumento, que a continuación trataré de esbozar, es menos sencillo que profundo.
El relato se desarrolla en Praga, (inicia el 14 de Marzo de 1939) cuando un escritor judío es atormentado entre sueños por la visión de una larga partida de ajedrez en la que dos familias (de una de las cuales el es el primogénito) disputan un olvidado pero enorme premio. De esta leve metáfora sobre todas las guerras, el protagonista es despertado por las vanguardias del Tercer Reich que entraban por primera vez a Praga; el 19 de Marzo es arrestado por la GESTAPO. Las pruebas que lo ligaban a su herencia judía eran su apellido materno, un estudio sobre las indirectas fuentes judías de Jakob Böhme y su protesta contra el Anschluss (la inclusión, en 1938, de Austria a la Alemania Nazi). Habia tambien traducido el Sepher Yezirah (libro que combina filosofia natural del medioevo y simbolismo místico, atribuido a Abraham o a el rabino y cabalista hebreo Ben Joseph Akiba) para una editorial cuyo catálogo llegó a manos de uno de los jefes de la GESTAPO que decidiría el destino del condenado; la suerte fue echada y la fecha de su ejecución el día 29 de Marzo a las 9 a.m.
Lo sustancial de la historia sucede en el lapso entre la condena y la muerte, la cual acontece, a pesar del titulo del relato. Dentro de ese lapso el condenado anticipa mentalmente su muerte, sumiéndose en una especie de muerte perpetua y que se multiplica, pero llegando a la comprensión de que lo suyo era una suerte de inmortalidad que la muerte no tocaría si no hasta llegado el día predispuesto; “Antes del día prefijado por Julius Rothe, (Jaromi Hladik) murió centenares de muertes…”, vivía ahora una maldición de inagotables muertes hasta el punto de desear que el día de su ejecución llegase para liberarlo.
Es en el la víspera del día 29 cuando su mente es invadida por la trama de su obra dramática titulada Los Enemigos, cuyo argumento, en mi opinión personal, supera el de el relato que la contiene. Ahora se vierte, a como es costumbre de Borges, un relato paralelo pero de profundo simbolismo dentro de otro. Se trata de un drama en verso.
En el primer acto se presenta a un tal Roemerstadt, que en su biblioteca recibe numerosas visitas de desconocidos a los que tiene la impresión de haber visto antes, todos lo halagan exageradamente, pero luego se entiende o se cree que son enemigos secretos confabulando para perderlo, Roemerstadt logra burlarlos y detenerlos, se hace alusión a su novia y a Jaroslav Kubin, quien alguna vez la fastidió con sus pretensiones amorosas y que ahora había enloquecido creyéndose Roemerstadt. En el segundo acto los peligros son mayores y Roemerstadt se ve obligado a matar a uno de los conspiradores. En el tercer y último acto se entiende que nada de eso ha ocurrido y que el Roemerstadt que se ha presentado es en realidad Jaroslav Kubin viviendo en el cíclico delirio de creerse Roemerstadt. Este argumento se repite en innumerables cuentos de Borges. En Ficciones es la base para el cuento La Forma de la Espada, donde deliberadamente un héroe de la Independencia de Irlanda relata en el Brasil como fue traicionado por un joven al que una vez le salvó la vida, al final el hombre confiesa que el es el traidor que ahora huye y que ha invertido los papeles para lograr la aceptación y atención de quien lo escuchaba, da a pensar que Borges no veía diferencia entre protagonista y antagonista, los cuales son las dos caras de una misma moneda que es el hecho en sí. También en El Tema de el Traidor y el Héroe esta idea es representada en un solo hombre. De la misma forma en el libro El Aleph, una variación del mismo argumento da lugar a La Casa de Asterión, pero dicho argumento logra su cima en el mismo libro con el relato Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto. Recordemos que Judas no es Judas y Cristo no es Cristo, Judas es el Verbo hecho hombre, pero hombre hasta la infamia y que asume el mayor sacrificio, trascender en la oscuridad como un traidor, infinita humildad; equivocado o no, sea quien fuese el héroe, el hecho no cambia y el resultado es el mismo.
En la víspera de el 29 de Marzo de 1939 el condenado se hace conciente de las deficiencias de su drama y pide a dios un año más para culminar su obra y de algún modo completar su destino, cae agotado por un sueño (sueño que recuerda un poco a La Biblioteca de Babel) en el cual dios le concede el tiempo solicitado. Cuando despertó los soldados lo condujeron hasta el traspatio. De pie, contra la pared del cuartel, el condenado fue rozado en la sien por una gota de lluvia, cuando el sargento dio la orden de fuego “El universo físico se detuvo”, literalmente, la gota quedó paralizada en su mejilla. Con todo su entorno inmóvil, el condenado durmió por tiempo indefinido, al despertar, todo seguía estático; comprendió que este era el plazo que se le había otorgado. Moriría a la hora determinada, pero en su mente pasaría un año entre la orden y la ejecución de la orden. Con el patio de escenario y los rostros inmóviles de los guardias como compañía durante un año, el condenado reviso, de memoria, toda su obra, corrigiéndola, abreviándola, amplificándola; rehaciéndola... Cuando agregó el último epíteto que le faltaba la gota de lluvia se deslizo por su mejilla; inició un grito demencial y cayó fulminado por la cuádruple descarga, el 29 de Marzo de 1939 a las 9 de la mañana, dando fin a Los enemigos, y a la vida de su autor.
Es presente en este relato la recurrente idea de Borges que hace ver la importancia de las acciones ejecutadas por el hombre y de cómo estas son superiores y trascienden a su destino. Sin duda la trama de Los Enemigos es muy superior a la de El Milagro Secreto; se deja sentir que lo esencial es el destino de la obra y no el destino mismo del autor.
Borges siguió un destino; su abuela inglesa, la madre de ella, su padre, sus ancestros militares, e interminables generaciones anteriores urdieron azarosamente un destino sobre el pequeño Georgie.
Ponderar acerca de ese destino y de el si o no de su culminación es trivial; lo cierto es que Jorge Luis Borges edificó sobre lo más real una vasta fortaleza cósmica casi tangible (como un castillo de arena cayendo eternamente en el vacío) y totalmente ficticia que con una economía (del cuento, diría Poe) pulcramente administrada y enriquecida por su erudición y por su genio amurallan el espejismo de una realidad tan perfecta que a pesar de sus muchas advertencias sobre la poca veracidad de su obra parece ser inmediatamente refutada por la solidez de la misma; en pocas palabras, su obra fue y es un constante y magistral fluir, lo que llaman una obra maestra.


Luis Báez
Junio de 2008

"un embutido de ángel y bestia"